Después de conocer a Naomi, la vida comenzó a perder color, ya que sus palabras agudas y su presencia exigente eclipsaban cada momento. El mundo que alguna vez fue vibrante se convirtió en un lienzo de humillación y sumisión, donde cada interacción dejaba una marca en el alma. A medida que las líneas entre el deseo y la desesperación se difuminaban, la lucha por complacerla se convirtió en una obsesión que la consumía por completo, transformando la realidad en un inquietante juego de poder.